La falta de personal en Semana Santa llena las cárceles de fármacos sin control con los que se trafica
Cuando se acercan periodos festivos en los que faltan auxiliares y doctores los internos reciben las dosis de sus medicamentos para varios días
Fuentes penitenciarias explican que las pastillas se usan para intercambios entre los presos y suelen ser motivo de escaramuzas y peleas
OKDIARIO accede en exclusiva a las imágenes de las bolsas sin seguimiento profesional
Una simpática caricatura de la Parca saluda al preso de turno desde el interior de una bolsita repleta de medicamentos: «Has hecho lo más difícil, no te mueras ahora consumiendo». OKDIARIO ha tenido acceso a un juego de fotografías, como poco inquietantes cuando se contextualiza su origen y momento. Se trata de las dosis de fármacos de varios días que reciben los presos de varias cárceles españolas cuando se acercan días festivos, como ha sucedido en esta Semana Santa.
A priori, la idea de adelantar la dosis de sus fármacos a los internos de las cárceles no parece la mejor de las ideas y después de consultar a varias fuentes queda claro que hacerlo es una práctica extendida, peligrosa para la salud de los propios presos y perjudicial para la seguridad de los centros.
Para empezar en las propias cárceles deben sospechar que no es una buena idea dar una bolsita con varias pastillas al mismo preso para que sea él quien se autogestione. Sólo así se entiende que los fármacos vayan acompañados de avisos disuasorios.
«¿Cuál es tu objetivo ahora en prisión?, ¿colocarte?, ¿morir? Piensa en salir antes, piensa en pedir ayuda». Poca broma, pero repasando el listado de fármacos que aparecen en las bolsitas de los presos en las cárceles y profundizando en su uso, es comprensible tanta advertencia.
En las imágenes obtenidas por este diario aparecen solamente opioides, medicamentos contra la ansiedad, benzodiazepinas con alto nivel de sedación, antidepresivos y antipsicóticos. El peligro de que los reclusos tengan a mano tantas dosis se multiplica cuando sólo de ellos depende su consumo.
Esta pasada Semana Santa ha habido internos que han tenido en su poder y sin control médico alguno entre 25 pastillas de las familias farmacológicas mencionadas anteriormente. En una de las imágenes obtenidas por este diario puede verse una gran cantidad de dosis divididas en cuatro bolsas para un solo recluso.
Este periódico ha podido confirmar que la práctica se repite en diferentes provincias y sólo como ejemplo en centros penitenciarios de Cádiz, Zaragoza, Alicante, Castellón o Madrid se repartieron dosis para cubrir las tomas de los internos desde el jueves, en caso de ser festivo, hasta el domingo.
Tráfico de drogas interrumpido
Fuentes penitenciarias explican a OKDIARIO el origen de esta peligrosa práctica: «El problema es que falta personal médico, o por lo menos auxiliares, que trabajen durante los festivos para poder dosificar la medicación, ya que se trata de personal laboral, contratado, y no perteneciente al cuerpo de funcionarios».
Desde el inicio de la pandemia, los aumentos de los controles en las cárceles e incluso el cierre temporal de alguna de ellas impidiendo las visitas ha provocado un problema real de abastecimientos en lo que a drogas se refiere intramuros. De hecho, durante la pandemia apenas hubo casos de sobredosis por droga en las cárceles.
Si cierras la cárcel y no hay visitas se interrumpe el tráfico ilegal de sustancias en prisión, lo que provoca que el fármaco que se dispensa en enfermería dispare su valor. Una sola pastilla de una conocida marca comercial de opiáceo cuesta ahora mismo dentro de la cárcel tres cigarros, aunque como en la calle este precio varía según la oferta.
¿Pero qué hace un preso con una pastilla, con dos o con tres? Cócteles que se venden incluso en el economato de la cárcel. «Mezclan las pastillas con bebidas energéticas o con refrescos. Son auténticos alquimistas, porque van haciendo mezclas de prueba y las venden según el efecto que busquen: una sedación inmediata o un estado eufórico difícil de controlar».
Una de las medicinas que más se cotiza ahora mismo en la cárcel es un medicamento empleado y diseñado para el tratamiento de la epilepsia. Tiene un efecto secundario fácil de adivinar si atendemos al apodo que le han puesto los reclusos: «La borracha».
Esta situación, pese a ser generalizada, no se produce en todos los centros del país. Donde sí hay personal sanitario suficiente y trabajando a diario la prescripción sigue siendo individual y diaria. Aun así, los reclusos tienen sus trucos y a los internos recién llegados los animan a pedir «algo para poder dormir».
Ese «algo» llega al módulo casi intacto debajo de la lengua y se activa de nuevo el mercado paralelo que entre otras cosas supone uno de los mayores motivos de peleas y situaciones de peligro.
Hubo un intento para recortar las medicaciones en prisión, que además de un gasto millonario es una fuente de conflicto permanente, pero los tribunales lo tumbaron por atentar presuntamente contra el derecho sanitario de los presos.
Entre suprimir la medicación abusiva pero vigilada por médicos y repartir bolsas con decenas de pastillas sin ningún tipo de control seguro que hay un camino intermedio.